ARZOBISPADO
DE SANTIAGO
Descripción histórico-geográfica de sus feligresías
Descripción histórico-geográfica de sus feligresías
ARCIPRESTAZGO
DE FARO
Provincia
de La Coruña
SANTA
MARÍA DE PASTORIZA
(Arteijo)
Artigo
publicado en El Ideal Gallego o día 5 de Febreiro de 1930:
El Término
Parroquia
de ascenso; filial suya es Oseiro (San Tirso); Iglesario: patronato
real y del señor de Láncara, alterno- carretera a Finisterre dista
5 kilómetros de la capital del Ayuntamiento y 6 de la provincia y
juzgado, que son la misma. La feligresía de Suevos, está hoy
incorporada eclesiásticamente a Pastoriza, pero figura para los
efectos administrativos, como anejo, en el Nomenclator de la
provincia.
La
población asciende a 1.249 habitantes de hecho y 1.366 habitantes de
derecho, domiciliados en 324 viviendas, de ellas 88 de un piso, 232
de dos y 3 de tres, de las que está una deshabitada por el uso que
tiene; cuenta con 30 albergues.
Tiene
aldeas crecidas en vecindario, tales como Borroa, con 211 almas;
Campanilla, con 112; Meicende, con 200; Santuario con 114; y Sisto,
con 158; las demás son: Barreiro, Barrio Nuevo, Furoca, Maceira,
Montillos, Moucho, Naya, Nostián, Sobrado y Torroal, y grupos
menores.
Es
la mayor parroquia del término municipal pues cuenta con 1.249
habitantes, sin incluir Suevos, mientras Arteijo , solo tiene 1.242
almas.
Cuenta
con escuela nacional y bastante comercio, no faltando
establecimientos en los que los numerosos romeros que van en
peregrinación constantemente y en gran multitud de las fiestas
principales, pueden restaurar sus fuerzas.
Produce
variados productos agrícolas, cuyo principal mercado es la ciudad de
La Coruña; abunda el ganado vacuno.
La
exportación que se hace de cebolla es importante.
La
vid desapareció ha más de un siglo, atacada por el “oidium”.
Tiene
abundantes fuentes naturales, una de ellas la excelente de junto al
Santuario.
De
las vertientes del monte en que éste se eleva, baja uno de los
brazos del río de Monelos y es el que sigue por Elviña
Situación
La
entrada de esta parroquia, limítrofe con el Ayuntamiento Coruña-Oza,
es por Meicende, en la carretera y aldea la más poblada del término
y famosa por su exquisita leche, a cuyas “leiteiras” consagró el
vate bergantiñán Eduardo Pondal, algunas de sus estrofas.
Extiéndese
a ambos lados de la carretera, pero su núcleo principal y pintoresco
hállase a la izquierda.
Desde
aquí una pequeña pendiente con varias curvas nos lleva a la
iglesia; viéndose tendidos por la ladera del monte en que se alzan
las aldeas de Sobrado y Barreiro y más alejado y próximo al mar el
de Nostián, que pertenece en parte a Pastoriza y en parte a Visma
(Coruña-Oza).
Campanilla
tomó su nombre de un campanario aislado de la iglesia y a flor de
tierra en el campo que se celebraba la romería.
Forma
parte, hasta cierto punto, del valle de Arteijo.
Situada
la feligresía en una elevación, es bastante quebrado su terreno,
sin que deje de tener llanos bien cultivados, pero escaso en arboleda
que tan solo se ve en las laderas de alguno que otro monte.
Limita
al N. con Coruña-Oza; al S. con Oseiro; al O. con Suevos, y al E.
con Coruña-Oza.
(Continuará).
Artigo
publicado en El Ideal Gallego o día 6 de Febreiro de
1930:
Historia
Perteneció
la sinecura de esta parroquia de los Andeiro.
No
se sabe cuando tuvo su origen el santuario.
(???)
Sitios donde el paganismo tenía sus altares aquí los hubo como
parecen indicarlo los peñascos que forman en un alto inmediato lo
que se llama “Berce da Virxe” y que muchos consideran como un
altar natural.
Al
tiempo de los suevos se atribuyen la fundación del Santuario.
Bien
en la invasión normanda del años 968 bien en la de Almanzor en el
997 la ermita fué destruída, pero antes la piedad de algún fiel
tuvo ocasión de ocultar la sagrada imagen en la “Cima”, donde
fué encontrada después que desapareció el temor a nuevas
invasiones y así la imagen venerada ocupó nuevamente sus altares;
pero convertida ya en la rústica y sencilla capilla en severo
templo románico.
Sábese
a punto cierto que el hoy su anejo de Oseiro, existía ya en el siglo
IX, y como la iglesia principal debía precederle en antigüedad de
ahí que sea verosímil la deducción que se hace: la última anexión
data de 1.630; pero hubo otra anterior de tiempo inmemorial que
subsistía aun en 1571.
No
se libró la iglesia de Pastoriza de la saña del derrotado inglés
en 1589.
La
leyenda del Drake
De
esta fecha data lo que se conoce por “el milagro del Drake” y que
nos hace conocer un lienzo que se conserva en el Santuario con la
siguiente inscripción: “Cuando el Drake vino a sitiar a la Coruña
en el año 1589, unos soldados herejes sacaron la santa Virgen de la
iglesia y la arrojaron allí cerca de la fuente y le rompieron de un
hachazo la cabeza, dividiéndola del pescuezo, mas luego
milagrosamente se volvió a colocar y unir como antes”.
Nos
han contado piadosos y creyentes vecinos que en el cuello de la
imagen quedó la huella de la decapitación: no es fácil comprobarlo
habiendo desaparecido la primitiva imagen y la que tiene la de ahora
es efecto del cambio de la cabeza.
Nos
hace saber la tradición que espantada y llena de temor la
desenfrenada soldadesca ante tal milagro, huyó sin causar el menor
daño en aquel lugar.
Otra
leyenda
Allá
por los años de 1880 y tantos, el que fué su párroco de feliz
recordación don Víctor Cortiella, a quien se debe un gran número
de reformas en la iglesia, halló en un viejo arcón de las tribunas,
y como olvidado allí y cubierta de polvo, la cabeza de una imagen,
cegada a cercén, que conserva la belleza germánica de correctas
facciones, color fresco y blanco y de cabello en ondas y dorado. Es
del tamaño que la cabeza actual de La Virgen y todo hace creer que
sea la primitiva. Es un buen ejemplar de estilo bizantino, pero los
inteligentes creen no puede pasar su antigüedad más allá del siglo
XIII.
Esta
cabeza tiene también su tradición y es la siguiente:
Un
marino coruñés creyó, obsesionado por su fé, poder librarse de
los peligros del mar si llevaba consigo la sagrada imagen de
Pastoriza.
Puesto
a discurrir ya que no la imagen entera, quiso poseer su cabeza.
De
acuerdo con el sacristán consumióse la mutilación sacrílega,
sustituyendo la cabeza robada por otra nueva que dicen ser la actual.
La
Virgen esta vez, sin duda por el piadoso fin que guiaba a su raptor,
que debía conocer el cantar
A
Virxe de Pastoriza
que si se leva na barca
que si se leva na barca
alá
no meio do mar
todal-as
augoas aparta.
no
repitió el milagro en Drake.
Bien
pronto notóse la suplantación. El sacristán fué condenado y el
marino obligado a restituír.
Sin
embargo la cabeza no volvió a su sitio y se volvió arrinconada.
Esta
leyenda puede enlazarse con la de que la imagen conserva las huellas
de la decapitación por los soldados del pirata inglés.
Créese
que la cabeza actual es obra del famoso Ferreiro y nada tiene de
particular, más diremos, es verosímil que la primitiva se guardase
cuando se dejó la estatua en el definitivo estado actual.
(Continuará).
Artigo
publicado en El Ideal Gallego o día 7 de Febreiro de
1930:
El nombre de la parroquia
No
proviene como insinúa alguien de que Pastoriza significa
“pastorcita”, sino que equivale a “albergue de pastores”,
como se ve en las voces “abellariza”, colmena, “bacariza”,
albergue de ganado, etc., etc.: puede venir también de “pasturar”,
apacentar.
El
castro
Es
el lugar donde se alza la estatua de la imagen de la Virgen,
esculpida en piedra y el conglomerado de enormes piedras en que
aquella se asienta y que se pretende fué altar natural.
El
camino áspero que a el conducía, se ha arreglado y facilita el
ascenso.
Nosotros
ni afirmamos ni negamos que los peñascos hayan sido altar druídico
pero nos inclinamos a suponerlos un dolmen derruído, pues ofrece
todos los caracteres de tal, lo que se llama “Cuna de la Virgen”,
por haber sido el lugar en que se halló oculta la imagen.
El castro debió tener gran importancia por su situación y lo extenso
del terreno y costa que domina.
Que
la localidad tuvo gran significación en los tiempos primitivos no
cabe dudarlo. Por ella pasaba la vía romana que por la costa venía
a la Coruña.
Merece
ser explorada su ancha cima, pues en ella se ven señales de que pudo
ser una antigua “citamina”, por las cimentaciones redondas que en
ella se encuentran, la gran abundancia de piedras que pudieron ser
aprovechadas en construcciones, y los restos del ancho y fuerte muro
que se ve en algunos de los bordes de la explanada.
El
panorama que desde esta altura se contempla, compensa en sumo grado
las molestias de la excursión y difícilmente podrá olvidarse su
memoria.
Ya
desde el emplazamiento de la iglesia es amplísimo el horizonte, pero
adquiere más majestad en donde se encuentra la imagen y sobre todo
al ascender a otro conglomerado de rocas que corona una cruz de
madera y si desde esta se adelanta por la planicie del monte para
llegar a dominar la inmensidad del Océano.
Lo
elevado del lugar, unos 400 metros sobre el nivel del mar, permite la
visión del litoral en todo el inmenso arco que se forma desde el
cabo San Adrián que tiene a su frente las islas Sisargas hasta el
cabo Prioiro, destacándose en admirable recorte los accidentes de la
costa en el grandioso seno que los antiguos denominaron “Portus
magnus Artabrorum”.
A
la falda del monte vése extenso valle en el que surgen entre los
sembrados los pueblecitos de Suevos, Oseiro y otros lugares.
Blanquean
los arenales de Barrañán, Alba, Sabón y el de Bens, mientras en la
lejanía irradian la luz solar las restantes del dilatado litoral y
en ellas mueren dulcemente las ondas en los días de calma, en que la
inmensidad del mar semeja espléndido lago, o deshacen sus furores en
las más desatadas tempestades.
Vueltos
los ojos hacia la parte de tierra, sorpréndese la vista con la gran
extensión que abarca el horizonte, cuya línea va a morir en tierras
de Puentedeume, donde se recorta en el fondo azul del cielo la oscura
silueta del Castillo de los Andrade.
Alegran
y dan vida a la encantadora visión los caseríos que esmaltan los
sembrados o escalan las alturas que los dominan y por entre cuyos
angostos pasos nos ofrecen su perspectiva nuevos valles, mientras que
reluce cual cinta de plata, que se esfuma serpenteando entre la
esmeralda de los campos, la carretera bordeada de pueblecitos y que a
veces se oculta entre las sinuosidades del quebrado suelo.
(Continuará).
Artigo
publicado en El Ideal Gallego o día 8 de Febreiro de 1930:
El santuario
Si
al N. de la ciudad coruñesa “se eleva el vigía inmóvil, el ojo
de fuego encendido en tiempos remotos por esos pueblos navegantes y
mercaderes que se llamaban fenicios, para proteger materialmente a
las embarcaciones, advirtiéndoles donde está el escollo que deben
huir, el bajo en que pueden encallar, el arrecife en que corren a
estrellarse, al S. (de la Coruña) se alza el faro moral encendido
por la fe cristiana, el que interviene y protege y salva y guía al
puerto cuando ya el marino se cree perdido sin remisión: el Númen
invocado en la última extremidad, la Virgen marinera, la Estrella de
los mares. Allí están desde tiempo inmemorial ambos faros
mirándose, dominando con su serena irradiación el bramido del
Cantábrico y dejando que a sus pies se redondee la primorosa concha
de la bahía y se dilate el gentil semicírculo del caserío coruñés,
bando de palomas blancas, cada año más numeroso” (Emilia Pardo
Bazán. “La leyenda de la Pastoriza”, Coruña, 1887).
Por
eso entre los numerosos exvotos que, desde que se guarda memoria, se
conservaban en el templo, los que más abundaban eran los consagrados
por las sencillas y devotas gentes del mar a quienes la intercesión
milagrosa de la Santa Imagen, invocada en horas de peligro, llevó
sanas y salvas a sus hogares.
Hoy
han sido retirados esos exvotos, y si por razón de estética ha
ganado la severidad del lugar, parece, en cambio, que algo falta en
tan sagrado recinto, pues aquellos piadosos y sentidos recuerdos eran
el testimonio de gratitud y adoración de almas nobles y piadosas.
Así
lo reconoce el corazón del pueblo, cuyo es el siguiente cantar:
A
Virxe de Pastoriza
ten
un navío no mar:
¿quén
llo deu? ¿quén llo daría?
¡quén
llo deu, puidollo dar!
Hállase
el santuario en la falda N. del macizo de Suevos que corre de E. a O.
hacia el mar y que divide el Ayuntamiento de Arteijo de la
Coruña-Oza.
Fuente
de perenne devoción desde los más antiguos tiempos y ante el que
muchos devotos llegaban con los pies deshechos por asentarlos
desnudos en las asperezas del camino, si hoy por la crisis que
atraviesan la fe y las creencias religiosas, no son tan frecuentes
las peregrinaciones con sus pintorescos hábitos, ni se ve a los
humildes marineros cruzar el camino descalzos y llevando sobre sus
hombros el mástil de la embarcación destrozado por el rayo o
tronchado por el huracán, es sin embargo aun crecidísimo el número
de los que acuden a dar gracias a la milagrosa imagen por los favores
recibidos y es frecuente encontrar a los devotos dando las
tradicionales tres, siete o nueve vueltas de rodillas alrededor del
atrio antes de penetrar en el templo, cuyas puertas no se cierran
durante el transcurso del sol.
Ya
hemos dicho que nada se sabe de cierto y tan solo conjeturas cabe
formar respecto al origen y fundación del santuario.
Por
una lápida muy interesante que se conserva en la casa rectoral y que
debió proceder del cementerio primitivo, puede señalarse ya una
fecha aproximada.
Dicha
lápida en caracteres visigóticos tiene la inscripción siguiente:
Ovüt
famulus Dei Ans
(Ioannes
Eans ?)
abba
VI Kalendas Decembras
era
DCCCCXVIII
Transcripción:
Murió
el siervo de Dios Juan abad seis días antes del I de diciembre del
año 88I
(Continuará).
Artigo
publicado en El Ideal Gallego o día 9 de Febreiro de 1930:
Sigue el santuario
El
documento más antiguo que hemos visto y en que aparece
citado el nombre de Pastoriza, es una donación de San Rosendo, siglo
X, en el que habla de la iglesia y villa de Pastoriza, en tierra de
Faro.
Al
ser restaurado, mejor dicho reedificado el templo a fines del siglo
XVII por la piedad de un vecino de la Coruña, don Juan del Río, de
la familia de los señores de Suevos y que tiene su sepultura en la
capilla de San José, dórica; pero al mismo tiempo, y con mejor fe
del mundo, se dispuso que introdujesen en la imagen de la Virgen
modificaciones para que quedase “con mayor perfección y según las
imágenes de estos tiempos”.
¡Piadosísima
y santa intención, pero atentado enorme contra el arte!
Así
desapareció la primitiva efigie que era de talla de fábrica muy
antigua, sentada en una silla, toda de una pieza, cuyos brazos de la
silla llegaban a la cintura, según nos hace saber una escritura
otorgada por el reedificador del señor del Río, en 1692.
Reformóse
toda la imagen deshaciéndole los brazos de la silla y de cintura
abajo, dejándola como hoy se ve; pero posteriormente se hicieron
nuevas la cabeza, manos, niño, rostrillo y corona, por lo que de la
antigua sólo resta algún trozo en la armazón del cuerpo.
En
la reedificación de la iglesia tuvo el buen acuerdo el señor del
Río de conservar un tímpano de la puerta principal de la antigua.
Hay
quien supone que el templo reedificado no fué el primitivo, porque
en un reconocimiento del mismo, al mencionar la portada se dice,
según don Antonio María de la Iglesia, “Estudios arqueológicos:
Nuestra Señora de Pastoriza”, que es su hechura a lo antiguo de
cantería tosca, es decir, sin molduras ni apenas labrarse, lo que
por lo revelado de este dintel no sucedía así en otra anterior o o
primitiva puerta”.
El
tímpano representa a la Virgen sentada en una silla, con un letrero
muy antiguo que por serlo tanto no hubo quien lo supiese leer y por
unos guarismos que tiene parece fuese el año de cuatrocientos
noventa y uno, cuya imagen con dicho letrero y un serafín que le
hizo de nuevo con sus antorchas se puso sobre la puerta traviesa de
la iglesia nueva.
Mas
dispuso el señor del Río que a dicha imagen el maestro cantero
Domingo Pérez “la ha de limpiar y escodar para que denote su mucha
antigüedad”, contrasentido que no nos explicamos, porque de esa
limpieza y escoda tenía que resultar desapareciese ese mismo
carácter que se le quería conservar.
La
imagen es románica: aparece sentada, empuña un cetro y tiene
sostenido al niño con la mano izquierda.
La
inscripción la transcribe así el señor la Iglesia:
ANVCCCCLXXXXI
TERD
SNTBESENDO
PERO
MIROEXISTO
RIGSO
y deshechas las abreviaturas leyó:
In
anno quadragentesimo nonagesimo primo in aera die sanctae Virginis
Eudopatore obsequente nuraculo eo; Christo Regsciano/.
En el año cuatrocientos noventa y uno de la era de César en día de
la Santísima Virgen dedicada por el Emperador rendido a este
milagro, Resciario Príncipe.
Supone
dicho tímpano el señor la Iglesia del siglo XI o XII; pero nos lo
hace dudar el que en él apunta la ojiva.
Leída
cuidadosamente la tal inscripción, en compañía de los señores
Martínez Morás y del Castillo (Ángel), arroja lo siguiente:
ANS
relieve en CCCCLXXXXI
IEND
medio SNTBESENDO
PERO
de la Virgen MIROSOXISTO
SSO
en una silla
Sobre
la fecha a que pueda pertenecer esta imagen se han hecho mil
conjeturas. No faltó quien basado en lo que dice de 491, la supone
del tiempo de los suevos.
Ciertamente
que es anterior a la inscripción, pues el carácter de los tipos de
ésta no permiten colocarla más allá del siglo XIV y por
consiguiente debe referirse a alguna restauración; pero nada puede
asegurarse a ciencia cierta.
El
templo es en su fachada de estilo dórico, adornado con estatuas no
exentas de mérito.
Consta
de una sola nave y con capillas laterales. El suelo está embaldosado
de marmol y en los altares hay buenas esculturas, pues las mediocres
imágenes anteriores fueron retiradas de aquellos y ocupan hoy,
coronándolos, los confesionarios. El interior es espacioso y está
sumamente cuidado.
(Continuará).
Artigo
publicado en El Ideal Gallego o día 12 de Febreiro de
1930:
Final del santuario
Es
muy visitado, especialmente por los coruñeses, y son en crecido
número las ofertas que se hacen a la milagrosa imagen.
De
la provincia y de las limítrofes acuden en gran masa: pero más
nutrida en las solemnes funciones de las Pascuas y en la llamada de
San Miguel, el 29 de septiembre.
De
la Coruña asiste la gente el domingo siguiente a las fiestas de
Pascua y San Miguel.
No
es tan grande la concurrencia de las almas en estos tiempos ni está
la vida tan exenta de tristezas y amarguras, para que hayan podido
borrarse por completo del corazón humano aquellas recónditas
esperanzas que depositan los espíritus en sus horas de desalientos
ante un divino poder del que todo lo esperan y en el que confían.
La
estatua de la Virgen
Corona
el lugar llamado la “Cuna” y desde esa altura parece derramar su
soberana protección sobre todos aquellos campos verdecentes hermosos
y el caserío que les da vida, puestos bajo el amparo y protección
de la soberana imagen de la Reina de los Cielos.
La erección de la estatua se debe a la iniciativa y devoción de un distinguido coruñés don Álvaro de Torres Taboada quien la costeó.
Mide
la imagen dos metros de alto y es de blanco y compacto granito,
destacando desde lejos sobre el verde oscuro del monte donde se
asienta.
El
modesto artista, un simple cantero, de apellido Couto, natural de
Puenteareas (Pontevedra) supo dar a la imagen toda la placidez y
hermosura de las vírgenes medioevales pareciendo que la inspiración
divina, suplió la escasez del mérito artístico del afortunado
escultor.
Así
se dotó al venerado Santuario de un monumento original y poético
que perpetúa la devoción hacia la Santísima Madre de Dios y hacia
la que es guía, consuelo y esperanza de los mortales.
Es
la imagen, testimonio perenne de la fe y religiosidad del pueblo
gallego, pueblo mariano por excelencia y que en su culto y reverencia
a la Santísima Virgen encuentra el más firme sostén de las
virtudes y excelencias de nuestra raza privilegiada.
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