Na
sancristía do Santuario de Pastoriza consérvanse uns exvotos
(cadros, placas ou obxectos con algunha inscrición colocados nas
igrexas en lembranza dun beneficio recibido) moi antigos de historias
do mar, exvotos que amablemente nos mostrou en varias ocasións o
párroco don José Vázquez Landeira. Pois ben, ningún deles fai
mención do litoral arteixán mais, polo gran valor histórico e
patrimonial que teñen, é unha obriga incluílos nesta
bitácora, como tamén o é mencionar outras lendas de mar que moito
teñen que ver coa Virxe de Pastoriza e que xa aparecen recollidas
nas obras La leyenda de la Pastoriza, escrita por Emilia Pardo
Bazán en 1887, e El Santuario de Nuestra Señora de Pastoriza,
publicado por Manuel Lucas Álvarez en 1951.
“Muy
grande es la devoción á este antiquísimo Santuario, y fuerza es
decirlo, el hielo de la indiferencia contemporánea no ha enfriado un
punto la atmósfera de la Pastoriza”,
escribía a condesa de Pardo
Bazán en La leyenda de Pastoriza,
ao que acrecentaba:
“La
gente artesana y humilde de la Coruña le profesa cariño especial; y
sobre todo, las operarias de la Fábrica de tabacos se pierden por su
Virgen muy amada. Después de los coruñeses, siguen en veneración y
afluencia al Santuario los habitantes de Betanzos y Puentedeume, de
la Mariña toda, de la bravía comarca de Bergantiños, del Ferrol,
Santa Marta y Cedeira; y desde que corre tren directo de Madrid á la
Coruña, el numero de los devotos se ha reforzado con muchos de la
provincia de Lugo y León, y hasta con la gente cortesana que baja á
bañarse á las playas gallegas y se lleva en memoria la fotografía
de la Virgen, su escapulario ó su medalla”.
Segundo
a lenda da Pardo Bazán, a orixe do Santuario data do ano 453,
indicando tamén no relato que a ermida da Pastoriza sería o
primeiro santuario mariano do occidente peninsular, onde por orde do
rei suevo Rekiario, que fora convertido polo bispo de Braga ao
catolicismo, renderíase culto á Virxe.
A
pequena igrexa sufriría ao longo da historia numerosas agresións,
como a do ano 968, cando arribaron no litoral galego as naves
normandas comandadas por Gunderedo, ou a de 997, a mans dos
sarracenos de Almanzor. A imaxe da Virxe, non obstante, sobreviría
grazas a uns cristiáns que a esconderan para evitar que fose
destruída ou roubada polos invasores. A súa pista perderíase por
moito tempo, ata que un día unha rapariga que andaba pastando as
vacas viu unha estrela relucente enriba dunha morea de pedras, na
parte alta do monte. Aquela visión da estrela repetiuse e daquela, a
nena contoulle aos veciños como se lle tiña aparecido diferentes
veces. Isto deu pé a que se remexesen as pedras de todos os penedos
que no monte había amoreados, ata que nun deles, nun buraco
existente debaixo dunha pedra grande, que desde entón foi chamado
como “O berce da Virxe”, descubriuse a imaxe que tantos anos
levaba agachada. A partir dese momento, nese buraco existente debaixo
da gran pedra, onde está asentada a estatua da Virxe feita en 1887
en granito polo mestre canteiro de Ponteareas José Couto, é por
onde habían de pasar miles e miles de peregrinos para se liberar do
pecado ou curar certas doenzas.
Outra
das lendas populares da Virxe é a que fai mención do corsario
inglés Drake, que aparecía conmemorada nun lenzo pintado existente
na igrexa (hoxe desaparecido) que dicía:
“Cuando el Draque vino á sitiar á la Coruña en el año 1589, unos soldados herejes sacaron la Santa Imagen de la iglesia y la arrojaron allí cerca de la fuente y le rompieron de un hachazo la cabeza, dividiéndola del pescuezo; mas luego, milagrosamente, se volvió á colocar y unir como estaba antes”.
A
tradición di que os soldados ingleses, espantados polo prodixio do
que foran testemuñas, fuxiron sen roubar, sen incendiar e sen
facer dano ningún en Pastoriza.
Entrando
xa na relación que garda a Virxe co mundo do mar, hai un feito que
segundo indica Manuel Lucas Alvarez no traballo que publicou en 1951,
ten todos os caracteres dunha devoción popular que resulta case
idolátrica. Trátase do capitán dun barco da matrícula da Coruña
que, no comezo do século XIX, sentía tal devoción pola Virxe de
Pastoriza que chegou a ter verdadeira paixón e desexo de posuíla
unicamente para si propio e deste xeito levala no seu navío para que
o defendese de todos os perigos. Emilia Pardo Bazán escribía en La
leyenda de la Pastoriza:
¡Cuántas veces, al desafiar las cóleras del Océano, al evitar el banco de arena, la peligrosa sirte, el escollo oculto pérfidamente bajo la planicie del agua, al sentirse aplacarse el huracán que por minutos hacía zozobrar la embarcación, al regresar sano y salvo á la bahía coruñesa, vería con la imaginación la Estrella del mar, cuya sonrisa conjuraba la tormenta y guiaba la nave al puerto! ¡Cuántas veces habría pensado en noches de cerrazón y niebla, en horas de riesgo inminente, que quién llevase consigo á bordo tan precioso talismán, no debía temer siniestros ni naufragios!
Con tal ahinco se le clavó en el alma el deseo, que llegó á perder sueño, apetito y reposo, y á caer en profunda pasión de ánimo y melancolía entera. Incapaz ya de luchar con su idea fija, se dió á arbitrar un medio, legal ó ilegal, de realizarla. Difícil sinó imposible era apoderarse de toda imagen, sin ocasionar un alboroto en el país y que se descubriese al punto el autor del atentado; pero al menos la faz, la divina faz, discurrió el capitán que lograría poseerla valiéndose de una superchería, y descargando un atrevido golpe. Sobornó al sacristán con doscientos pesos para él y una cabeza nueva para ocultar el atentado, y el sacristán se avino á repetir, con mejor éxito, la profanación de los soldados ingleses, cortando la cabeza á la Virgen, que esta vez, sin duda en consideración á la fe sencilla y ardiente que impulsaba á quién dispuso aquella profanación, se dejó degollar. Y de noche, furtivamente, el marino escondió la cabeza bajo la capa, y huyó loco de júbilo, estrechando contra su corazón el tesoro.
Aunque contaba el párroco del Santuario muy avanzada edad, notó la sustitución de la cabeza, sea por observaciones propias ó por que se lo advirtiese algún devoto perspicaz. Breve fué la dicha del raptor: instruyéronse diligencias judiciales en averiguación del delito, que el sacristán pagó en la cárcel, y el marino siendo obligado por sentencia á restituir la prenda sustraída.
Tal es la leyenda más reciente de Nuestra Señora de Pastoriza. A alguien se le ocurrirá preguntar cómo, después de recobrada la primitiva cabeza, en vez de colocarla de nuevo sobre los hombros de la imagen, según parece que reclamaban de consuno la piedad, el respeto y hasta el ejemplo, la relegaron al arcón apolillado y dejaron perseverar el fraude del raptor, conservando y venerando la nueva? A mí por lo menos no deja de darme en qué cavilar el caso. Unicamente me lo explico por razones análogas á las que alega en su escritura don Juan del Río para descuartizar la imagen vieja. Tal vez les parecería á los encargados del Santuario que la cabeza nueva -sobre todo si es en realidad obra de Ferreiro- le llevaba muchos quilates de ventaja á la antigua en mérito y hermosura y que, descubierto ya el ardid y castigado el desacato, convenía respetar, en lo demás, los hechos consumados.
Sea como quiera, por estar bastante frescos estos sucesos, puede ser que no falte en la Coruña quién tenga de ellos más minuciosos pormenores; y si es así, le agradeceré que me los comunique, para que las nuevas ediciones de este librito salgan enriquecidas con datos más exactos.
Outro
exemplo da devoción que a xente do mar sentía pola Virxe de
Pastoriza son as seguintes cantigas:
A
Virxe de Pastoriza
que
si se leva na barca
alá
no medio do mar
tódalas
augas aparta.
Reina
y madre milagrosa
mi
Virgen de Pastoriza.
Tú,
que por los navegantes
velas
de noche y de día.
Ampárame!
Sé mi norte
en
los mares de la vida
y
al puerto de eterna calma
lleva
mi pobre barquilla.
Allí
van desde la dama
joven,
delicada y tímida,
descalzos
los pies de nácar
que
en la arena se lastiman.
Hasta
el rudo marinero
que
en la tempestad bravía
se
encomendó a su patrona
la
Virgen de Pastoriza.
Tampouco
queremos pasar por alto un artigo que aparece asinado por Antonio de
San Martín, publicado en El periódico para todos do día 10
de febreiro de 1874, que narra o seguinte:
La última vez que estuve en Pastoriza presencié un espectáculo conmovedor.
Eran las diez de la mañana, y un sol de primavera vertía sobre la tierra sus tibios rayos.
Los laboriosos campesinos se entregaban en el campo a sus faenas; los rebaños pacían las verdes y lozanas yerbas; la brisa perfumada de la montaña agitaba las copas de los árboles, ya cubiertos de brillante follaje, y era todo paz y dulce sosiego en aquellos apartados lugares, en donde la naturaleza convidaba a la meditación.
Yo me hallaba cercano al camino real que desde la Coruña conduce a Pastoriza, y allá a lo lejos, por aquel camino que parecía una ancha cinta de plata, extendida entre verdes plantaciones y agrupados caseríos, ví llegar una extraña procesión que se iba aproximando lentamente.
Cuando estuvo cerca de mi, observé que la componían doce o catorce marineros de atezados rostros.
Aquellos hombres iban cantando la letanía, llevaban los pies descalzos y soportaban sobre sus robustos hombros el peso del palo mayor de un buque.
Pocos días antes, al cruzar en frente del cabo de Ortegal, y durante una noche de horrible tempestad, un rayo había partido aquel palo.
Viéndose perdidos los marineros, pues el buque se iba sobre la costa, sin que sus desesperados esfuerzos pudiese evitarlo, invocaron el nombre de la Virgen de Pastoriza con religioso fervor.
Una hora más tarde, la tempestad había calmado sus furores, y la pobre embarcación lograba alejarse del peligro que la amenazaba.
El palo tronchado por el rayo, había quedado sobre cubierta, y los marineros prometieron solemnemente llevarlo en hombros hasta el Santuario de Pastoriza, en acción de gracias por haberse librado de un peligro tan grande.
Aquel palo, en el cual el fuego del cielo ha dejado profundas y negras señales, fue colocado en lo más alto de la bóveda del templo, del cual cuelga pendiente de dos fuertes abrazaderas de hierro.
Na
época na que Antonio de San Martín narraba os feitos anteriores, a
devoción que a xente do mar lle profesaba á Virxe de Pastoriza era
de tal magnitude que para comprendela abondaba con entrar na igrexa e
ollar para as súas paredes, como
así o relataba Emilia Pardo Bazán en La
leyenda de la Pastoriza:
A
escritora galega referíase aos cadros antigos que mencionábamos ao
inicio desta
crónica
e que a continuación, seguindo a orde cronolóxica que marca no seu
libro Manuel Lucas Alvarez, debullamos o que aparece nas lendas dos
que aínda se conservan na sancristía do Santuario (dos
dez cadros existentes dos que informaba Alvarez en 1951, na
actualidade quedan oito):
-
“En el Año de 1640. Juan dó Río vecino dela Coruña estando pescando jumto al Puerto de Bens en su Lancha con sus Compañeros, les acometió un Barco de Moros y estando apresados, clamaron por la Virgen de Pastoriza, y milagrosamente se transtornó dicho Barco y fueron cogidos los Moros”.
-
“En el año de 1685. D. Pedro de los Ríos, vecino de la Coruña, nabegando en un Navío de Hereges, por que le han visto rezar el oficio de Nª. Sª. Le querían arojar ala mar, y pidiendo fabor á la Virgen de Pastoriza se turbaron y lo dejaron libre”.
-
“En el año de 1688. pasando de Sada á Puente Heume, una Dorna con dos hombres y una Muger, una honda la trastornó y la muger se fué al hondo, y bolviendo arriva imbocó la Virgen de Pastoriza y luego otra hola la puso derecha la Dorna, y vino asu Yglesia darle las devidas gracias”.
-
Non aparece ningunha data concreta, mais Lucas indica que foi no século XVII.: “Baltasar Lopez natural de Santiago. Caminando a Roma se embarco en el Mar Oceano, en el qual tubo tres Naufragios con peligro de la Vida, de los que salió libre por haver ymbocado ala Milagrosa Ymagen de Pastoriza”.
-
“En 15 de Febrero de 1711. viniendo una Fragata Ynglesa con los Moros de Fes disparando sobre unos hombres, dando por la popa ala Chalupa, y le han muerto al Maestro de un balazo, y á Francisco Mendez le hirieron el brazo izquierdo del que echaba abundancia de sangre, é imbocando á Nª. Sª. de Pastoriza, libró del peligro”.
-
“En 4 de Marzo de 1746. nabegando Antonio Lopez en el Navio llamado San Vicente desde Cadiz a la Habana, les sobre vino en el canal viexo tan gran tormenta que el Navío dió consigo sobre un peñasco a donde estubieron mas de 16 horas, arrojando al mar la artillería, y mas pertrechos del Navío a causa de haberse abierto al medio, y estando en esta situación apartados a leguas de tierra, imbocaron a Nª. Sª. de Pastoriza y salieron sin peligro”.
-
“El Bergantin Fernardo 7º en el acto de embarranque frente a las Islas de San Blas del Norte América a las 6 ½ de la tarde del 23 de Agosto de 1851 D. Andrés Rodriguez Velo se encontró en dicho buque como pasajero y en eminente peligro, ofreció a la Virgen Nuestra Señora de Pastoriza presentarle este Cuadro dando gracias a Dios por haberle salvado la vida: y le ruega por el descanso eterno de sus compañeros que fueron víctimas”.
-
A lenda deste cadro, hoxe desaparecido, explicaba a salvación de dous homes que invocaron á Virxe de Pastoriza, despois de sufrir un accidente no vapor “Miño”, en Xibraltar o 29 de marzo de 1856.
-
Outro dos exvotos desaparecidos. Narraba o salvamento dun navío, no medio do temporal, pola invocación da Virxe, o 7 de xaneiro de 1858.
-
“Hallándose el buque de la Coruña (Juan de la Vega) el 15 de abril de 1875 al desembarque del Canal de la Mancha, sufriendo un temido temporal el capitán González Llañez invocó en aquellos instantes a la Virgen y calmó la tempestad”.
En
torno a estos exvotos Manuel Lucas Alvarez publicaba no seu libro
editado en 1951 que… “aún
hay bastantes cuadros de exvotos, colgados por las paredes de la
sacristía a modo de museo de recuerdos, en los que infantiles
marinas figuran el salvamento de embarcaciones; infantiles he dicho y
llevo razón, pictóricamente hablando: un barco en peligro, unos
marineros despavoridos; un cielo amenazador frente a un mar
enfurecido, y en lo alto la Virgen Santa iluminando la escena con la
esperanza de una segura protección, pero tales marinas están llenas
de la unción devota con que las mandó pintar el naufragado y
salvado, y la emoción con que fué a depositar su exvoto a los pies
de la celestial Señora”.