Como continuación da historia que publicamos o martes pasado (historia que tes aquí ao teu dispor aquí: https://cronicasdearteixo.blogspot.com/2025/12/cartas-sorrizo-e-lanas-dende-inglaterra.html), nas Crónicas de Arteixo desta semana compartimos con todas e todos vós unha reportaxe que publicara La Voz de Galicia o 13 de maio de 1971, dous días despois do incendio en Londres do hotel no que perderan a vida os dous emigrantes arteixáns.
Con motivo do tráxico sinistro, o xornal herculino entrevistara en Lañas e en Sorrizo a familiares de Manuel López Pombo e María del Carmen Aldao Lista, matrimonio que deixaba orfos a tres nenos de curta idade.
Quedades xa coa devandita reportaxe de La Voz de Galicia.
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Después del incendio del Hotel “New Langhan”
Las familias de las víctimas, gentes modestas, quedan en muy incierta situación
El matrimonio de Lañas emigró hace ventidós meses y con anterioridad ya había trabajado en otros lugares
El trágico suceso ocurrido en el hotel “New Langhan”, de Londres, y en el que perecieron ocho personas, entre las cuales se encuentran dos matrimonios gallegos, ha tenido honda repercusión en la provincia de La Coruña. Ayer, nos trasladamos a los domicilios de los familiares de las víctimas, estos en las parroquias de Bayer (?) y Sorrizo, para interesarnos por algunos datos, tanto personales como humanos, que pudieran ampliar la información que ofrecimos a nuestros lectores.
Como decíamos en nuestro número de ayer, en Lañas, de donde era natural la infortunada María del Carmen Aldao Lista, vive su padre, Perfecto Aldao Rega, al que encontramos a la puerta de su casa; una vivienda humilde y aseada, donde la tragedia ha conmovido a sus moradores. A la puerta, un perro, un pequeño cerdo y tres gallinas. Don Perfecto, sentado sobre unos troncos, apenas se da cuenta de nuestra presencia; está absorto, los ojos tienen las inconfundibles huellas de no haber dormido y de haber derramado muchas lágrimas. Nos presentamos y nos tiende su mano; una mano encallecida, áspera de trabajo, temblorosa y humana.
-¡Que cousas pasan, señor! -exclama-. ¡Que cousas pasan!
La emoción es contagiosa y planteamos el diálogo evitando hurgar lo menos posible en la herida recién abierta.
-Marcharon hai uns 22 meses. Eiquí a vida elle moi dura. ¿Ve aquela casa? -dice señalando una construcción situada entre un pequeño pinar, sobre una suave colina-. Tiñan moita ilusión en facela. E aí a ten, só as paredes e o tellado.
Don Perfecto, calla de pronto, se queda pensativo y mira hacia la que iba a ser la casa de sus hijos.
¿Estaban contentos en Londres? -preguntamos-
-Si, as cartas así o decían. Pensaban vir en canto a casa estivese terminada.
Sus ojos vuelven a llenarse de lágrimas.
-¿Vive usted sólo?
-Vivo con un fillo casado, que traballa na fábrica de algas de Sabón; cando ven do traballo ocúpase dunhas leiras pequenas que temos. Todo é pouco para vivir. Eu teño un retiro de 2.500 pesetas. Usted xa ve…
-¿Era el empleo en el hotel el primero que tuvieron a llegar a Inglaterra?
-Non, traballaran noutro sitio.
-¿Cuál es ahora la situación de los niños?
-Fernando, que é o máis pequeno, virá a vivir con nós.
En este momento entra en el corral una pequeña, hija del matrimonio, que vive en la casa. Su expresión es triste como la de la mayoría de los niños gallegos. No sabemos si ella está acrecentada por haber conocido la desgracia. La interrogamos.
-¿Cómo te llamas?
Baja la cabeza y responde suavemente:
-María Azucena Aldao Cruz.
¿Sabes que va a vivir contigo uno de tus sobrinitos?
-Sí.
-¿Te alegra su compañía?
Sus ojos miran fijos y su boca sonríe levemente.
-Sí; xogarei con el cando veña da escola
-¿Hay, don Perfecto, alguna gestión encaminada a que los cuerpos sean traídos a España?
-Foi a Cruña, pola mañán, o pai do meu xenro e máis o señor cura párroco de Sorrizo, para ver o que se pode facer.
-Díganos, por favor, ¿cuál fue la reacción del pueblo al saber la noticia?
-Xa se pode imaxinar. Esas cousas chéganlle a ialma a todos. Non se fala de outra cousa na parroquia. Pero a min o que máis me doe e non telos eiquí. Alá tan lexos… se aínda os corpos estuveran na casa, a miña pena non sería tan grande. ¡Probes nenos! Eu espero para eles algunha pensión. Non entendo de estas cousas, pero así debería de ser.
Llegan en estos momentos el hijo de don Perfecto, que viene con su mujer, quien guía a un borriquillo cargado de hierba. Es un joven humilde y afabilísimo, trata de estar sereno, lo que consigue dificilmente. Su mujer se domina menos. Nos invita a entrar en la vivienda y se ofrece a darnos toda la información que deseemos.
-Eu non sei como poden ocurrir estas cousas -dice-, un matrimonio cheo de vida e de ilusións… Sí, señor, sí, para os probes sempre é noite.
-¿Ustedes no pensaron en emigrar?
-Eu -dice el marido- non. Nunca tiven deseos. Meu pai, cando era novo, si.
-¿Emigra mucha gente de esta parroquia?
-Sí, vanse para Suiza, Francia e Alemania. O caso é vivir mellor.
Don José Valeiras, párroco de Sorrizo, está a llegar de La coruña, a donde, como hemos dicho, se trasladó en compañía del padre del esposo fallecido. Nos encontramos todavía a varios kilómetros de la parroquia y allí nos trasladamos para inquirir noticias. Nos despedimos de la familia, que nos acompaña hasta la carretera.
EN SORRIZO
En la casa paterna de don Manuel López Pombo la tristeza es grande. Las mujeres tienen los ojos enrojecidos, la inquietud y el nerviosismo son manifiestos.
¡E pensar que querían vir pras festas do Apóstol- comentan en voz alta unos parientes.
Dos de los hijos de las víctimas se encuentran en la entrada. El más pequeño, Fernando, juega con un perro, ajeno a la tragedia. Es un pequeño vivaracho, inquieto, trotón. Los mayores lo miran con ojos de ternura indescriptible. Momentos después nos avisan que llegan el dueño de la casa y el párroco. Nos encaminamos a su encuentro y los rostros nos dan a entender, antes de mediar palabra alguna, cuál fue el resultado de sus gestiones.
Don Augusto López Costa, apenas puede hablar y solloza.
-¿Enviarán los cuerpos?, preguntamos temblándonos la voz.
Mueve negativamente la cabeza y responde solamente:
-Están calcinados.
Hemos de confesar que nos faltan fuerzas para seguir interrogando a este hombre abatido espiritualmente.
Esta nueva triste es confirmada por el señor cura párroco, que nos recibe cariñosamente.
-Padre, -preguntamos-¿qué gestiones han realizado en La Coruña?
-Nos dirigimos al Gobierno Civil y allí nos aconsejaron telefonear a Londres, para ponernos en contacto con el cónsul general.
-¿Qué les han dicho?
-Han vivido horas de verdadero pesar y están conmocionados por la tragedia. En cuanto a traer los cadáveres a España, no lo han aconsejado. Los cuerpos de las víctimas se encuentran totalmente carbonizados. Ni aún teniendo grandes posibilidades económicas es aconsejable. Los infelices murieron en la habitación. Parece ser que los capellanes de Emigración se encargarán de los funerales. Se nos han dado seguridades en el sentido que nos mantendrán informados de todo, y que todos aquellos objetos personales de las víctimas, serán remitidos a sus familiares. Posiblemente todas las víctimas sean enterradas hoy.
Agradecemos a don José su atención y no le queremos robar más tiempo. Nos invita a una copa, que agradecemos, y nos despedimos con un fuerte apretón de manos y un cruce de miradas que dicen más que todas las palabras.
Atrás, quedan dos aldeas y dos familias para las cuales el consuelo será difícil. Un niño de tres años jugando con un perro y sus hermanos mayores sin comprender todavía la total dimensión de la tragedia, ocurrida allá lejos y a los suyos. Atrás queda una casa que es sólo paredes y tejado y muchas lágrimas vertidas y otras a punto de verterse. La mañana gris era un complemento más de la Galicia que sufre.
M.A.T.1
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1 La Voz de Galicia, 13 de maio de 1971, páx. 14.




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